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Los Simpsons y su comida

Por Fernanda Balmaceda - November 2020
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Pocos personajes aman la comida tanto como Homero Simpson. ¿Quién como él estaría dispuesto a arriesgar su vida por un bocado de Fugu o por un emparedado gigante? Probablemente sólo él, porque “chocolate, mmm… cola invisible, la rosca prohibida, mmm… lo que sea” es bien recibido para este comelón profesional. Por eso recopilamos algunos de los momentos más emblemáticos de Homero y la comida.

Homero y el chile
Para el concurso anual de chile con carne de Springfield, Homero hace su entrada triunfal a la feria. Aquí es reconocido como el maestro de maestros, con un estómago a prueba de fuego. Incluso se rumora que su cuchara de degustación la talló él mismo. Tras humillar a Ned Flanders, cuya salsa solo tiene dos alarmas en lugar de las cinco prometidas, llega con el jefe Gorgori quien le tiene preparados los inmisericordes chiles de Quetzalzatenango. En su primer intento, su lengua estalla del picor y es ridiculizado. En su segundo combate, recubre su lengua con cera para comer los chiles más picantes del mundo y alucinar toda una aventura mística guiada por su nahual, el coyote, en busca de su alma gemela.

Tenazas, la langosta
Homero compra una langosta de ocho dólares con la intención de engordarla y darse un gran festín. Cada día le prepara el desayuno y la consiente con bocadillos. Ya cuando está fuerte y jugosa, lista para ser cocinada, Homero se enternece del nuevo integrante de la familia y decide no comerla. Así disfrutan la vida, entre caminatas en el mar y juegos en el jardín, hasta que Homero al darle un baño caliente la cocina por error. Entre llantos y exclamaciones de placer por su excelente sabor, Homero se come solo a su querida y dulce tenazas.

El buffet
El Holandés Cocinante promete un buffet de todo lo que puedas comer. Homero emocionado, en lugar de servirse en su plato, se lleva las charolas completas (con todo y baño María). Se come todos los camarones, dos langostas de plástico y sigue engullendo comida hasta el cierre del restaurante. El capitán McCallister, propietario del restaurante, asegura con gran asombro que Homero no es un hombre, sino una auténtica máquina de devorar. Homero desilusionado demanda al lugar y acepta la oferta del capitán de convertirse en la animación del lugar: ¡Pasen a ver el pozo sin fondo, un error de la naturaleza!

Amor y amistad, viajes astrales y comidas sin fin son parte de la rutina de este aventurero gastronómico, dispuesto a todo por su amor a la comida.