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Piñatas mexicanas: una tradición de generaciones

Por Fernanda Balmaceda - November 2021
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“Dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”. ¿Quién no ha cantado estas notas con la alegría de ser el siguiente en la fila para romper la piñata. Y es que las piñatas son inherentes a las fiestas decembrinas, como lo es el ponche o los villancicos.

En México, las fiestas navideñas son el resultado del sincretismo entre las fiestas prehispánicas, cristianas y populares. Y las posadas, que se celebran del 16 al 24 de diciembre, son una culminación de procesiones, cánticos y, por supuesto, piñatas.


Como señala el Museo de Arte Popular: “En México, antes de la conquista española se celebraba el advenimiento de Huitzilopochtli en el mes Panquetzaliztli, el cual coincidía con la época en que los europeos festejaban la Navidad. Esto hizo que las posadas o jornadas, fueran una de tantas ceremonias de carácter profano-religioso que utilizaron para sustituir los antiguos ritos de los indígenas, por la fe católica. 


Durante los primeros años de la Colonia la costumbre era concurrir a los atrios; pero los indígenas ya evangelizados y encariñados con las tradicionales ceremonias, las trasladaron a sus casas. Ya en 1808, las posadas se desarrollaban con entusiasmo desbordante, principalmente en la Ciudad de México, en casi todas las familias y con más o menos lujo, según sus posibilidades.”


Las posadas son parte de los festejos decembrinos en México. Durante ocho días las iglesias y los patios de las casas se visten con piñatas de cartón o barro muy coloridas, de siete picos o de los personajes en tendencia. Las piñatas aguardan a aquel que va a romperla con un palo que representa la virtud y nosotros nos emocionamos cuando llega nuestro turno para romperla o bien para lanzarnos a la rebatinga para elegir las mejores frutas o dulces con lo que haya estado rellena.


¿Qué significa hacer una piñata?


Julio Pérez es la tercera generación de piñateros mexicanos. Su abuelo y su padre le enseñaron el oficio, mismo que él ha conservado durante toda su vida y ha transmitido a sus hijos y nietos. 


Para él, el secreto de una piñata es que esté hecha con el corazón: “No tengo palabras para describir lo que representa para mí el hacer piñatas, porque cada que haces una, pones un pedacito de tu corazón. Todo lo que aprendiste con el paso de los años lo vas poniendo en cada hojita que vas poniendo o en la combinación que decides utilizar en cada creación”. 


Julio vende cada año sus piñatas en el Mercado de Jamaica, sobre Avenida Morelos. En su casa, cortan el papel cada vez que se acerca la temporada y las arma junto con su familia ya en el mercado. Cuando no es temporada decembrina, vende flores y fruta, pero su mayor ilusión es cuando llega la temporada de piñatas porque así puede compartir con todos los que los visitan el oficio que le aprendió a su padre y este, a su vez, a su abuelo.


En su puesto, uno de los más coloridos de Avenida Morelos, podrás encontrar piñatas de hasta tres metros. Hay de papel y periódico, de olla y de papel picado, de siete, ocho y hasta nueve picos, así como de burritos y tus personajes favoritos. Todas son una delicia a la vista porque son reflejo del corazón de la familia Pérez, que lleva tres años al servicio de la alegría y las piñatas mexicanas. 



Una probadita de las mejores piñatas 


Si te gustan las piñatas, visita hasta el 12 de diciembre el patio del Museo de Arte Popular, en Revillagigedo 11, en el Centro Histórico. Aquí podrás ver las piñatas ganadoras de la 15a edición del Concurso de Piñatas Mexicanas del MAP, en el que participaron 230 piñatas de artesanos, colectivos y público en general de todo el país. 



O bien, atrévete a prepararlas en platillos festivos que serán la alegría de todos en la mesa, como en una rica gelatina de piñata o un pastel de piñata. ¡Disfruta tus posadas con un ponche calientito y no pierdas el tino!