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Ingredientes mexicanos ancestrales para evitar enfermedades

Por Shadia Asencio - November 2021
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“Todo cura y todo sana”, asegura una canción de tradición. La Tierra entera es medicina: crece entre las milpas, se abre camino en la inmensidad de las fuentes acuíferas, sopla en el cálido aire de los desiertos, descansa en la profundidad de los llanos y las cuevas. En plantas y árboles, el alimento se llama sol. De él y del intrincado proceso de fotosíntesis es que sus beneficios se van tejiendo entre las hojas, raíces, tallos o cortezas.
El primer registro de la flora medicinal mexicana, el códice De la Cruz-Badiano, data de 1522. El compendio detallaba el uso medicinal que los indígenas daban a las hierbas, su saber transmitido ancestralmente y luego aplicado a su labor como curanderos. 
La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) asegura que de las 4 mil especies de plantas de las que se tiene registro en el territorio nacional, al menos 3 mil podrían tener efectos medicinales. No queda duda que son ellas quienes, previo a la medicina occidental, sanaron y salvaron a los nuestros. 
La abuela de tradición tolteca y autora del libro Soy mujer medicina, Eva Cecilia Solís Arroyo, me explicó en entrevista que una de las curaciones prehispánicas más importantes ha sido temazcal –un ritual ceremonial en el que piedras calientes son rociadas con agua y adicionadas con hierbas medicinales–. Gracias a él, nuestros ancestros permanecían sanos. 
Aunque lo pareciera, la medicina tradicional no está en el olvido. Culturas madre como la china y la india han incluido los saberes de la herbolaria en los planes de salud gubernamentales extendidos entre la población. Según comenta la abuela, en México los pueblos indígenas originarios siguen combinando la medicina tradicional en conjunto con la alópata. 
“El mundo vegetal está a nuestro servicio, es por esto que podemos darle una intención de sanación a cada planta”, asegura. Además, nos explica que, así como en el Ayurveda, cada planta posee un espíritu con una vibración o fuerza particular: la ardiente y la sutil, la masculina y la femenina. “Las primeras son plantas de vibración fuerte. Las ocupamos en los círculos de protección, purificaciones, limpias energéticas, etcétera… Las femeninas son las que se utilizan para atraer la belleza, las que ocupamos en las cremas para el rejuvenecimiento, para sanar”, concluye la abuela. 
Para extraer la esencia de la planta se realizan técnicas específicas como las vaporizaciones, infusiones, destilados y cocimientos con los que se crean tés, ungüentos, aguas de uso, emplastes, fomentos, macerados, lavados y baños, tinturas y cataplasmas. Sin embargo, con tan sólo incluirlas crudas o cocidas en los alimentos de todos los días, nos brindan todos sus beneficios. 
Los ingredientes mexicanos favoritos de la abuela medicina
En la botica del hogar no deben faltar las gotitas de miel melipona, provenientes de una abeja sin aguijón, fundamentales para las civilizaciones mayas. Chamanes y curanderos de todas las épocas la han ocupado como expectorante, cicatrizante, antiséptico natural y contra enfermedades de los ojos y oídos. 
El momo u hoja santa, por su parte, constituye el aroma y el sabor de un sinfín de guisos en el suroeste del país. El nombre místico de esta planta no es casualidad: es el resultado de su gran poder sanador. Ha sido ampliamente usado como digestivo, pues ayuda al correcto funcionamiento intestinal y disminuye el dolor abdominal; disminuye la fiebre, alivia el insomnio y relaja los nervios.
El muicle, que crece en los trópicos mexicanos, es efectivo para limpiar la sangre, desintoxicar el cuerpo. Para los mixes zapotecos y totonacos cura el empacho y, en recientes investigaciones, se ha comprobado su poder antidepresivo. 
La corteza de cuachalalate, nativa del sur nacional, se hierve en agua para tratar el cáncer, prevenir el linfoma, ayudar en problemas gástricos y de matriz, así como desinflamar el organismo. La chaya, también de origen mexicano, se usa para tratar la diabetes, para reducir peso y para prevenir la descalcificación en niños y adultos.
Para la abuela, el epazote no falta en su olla de cocción por su sabor y sus propiedades antibióticas, bactericidas e insecticidas. “Hay que tomarlo cuando existe vomito, inflamación, comezón e incluso para ayudar a expulsar la placenta después de concebir”.
Aunque no son mexicanas, la abuela asegura que las buganvilias son un gran expectorante para la broquitis, por lo que las incluye en sus temazcales y hasta crudas, en las ensaladas. El ajo es otro de sus favoritos porque “es desinfectante, desparasitante y diurético”, mientras que al laurel lo prepara en tés para promover el apetito en los niños. 
“Tenemos que ser conscientes de que el reino vegetal es un ser vivo. Hay que volver a conectarnos con los alimentos y las plantas que utilizamos al cocinar. Al estar vivos reciben la intención y la energía que nosotros les pongamos. La invitación es a reconectar con lo que nos alimenta, a hacer de la comida nuestra medicina”, finaliza la abuela Eva.