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Tu guía básica para entender el vino blanco

Por Shadia Asencio - July 2021
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Los vinos blancos son un planeta repleto de ecosistemas. Algunos dan la sensación de estar en un jardín en primavera, otros en una mañana invernal en las montañas, en una fiesta tropical o disfrutando de una bocanada a la brisa marina.

Puede que, para muchos, los vinos tintos sean quienes gozan de toda la atención. Lo cierto es que los blancos son un poema a la nariz, frescura en el paladar y los grandes amigos de los frutos el mar, las preparaciones cítricas y de aquellos platos con un ligero contenido de grasita. O sea, que, junto con la comida mexicana son el dueto perfecto.

El domingo pasado asistí al evento presencial en Casa Xipe que organizó la denominación de origen española Rías Baixas en México. La cata de sus vinos fue un recordatorio de que los blancos pueden ser vinos complejos, redondos y sorprendentes. Olvídate de los vinos paliduchos, dulces como la miel –aunque siempre hay milagros en los viñedos del Señor–, y aventúrate a explorar la fiesta veraniega de los blancos.

Lo que conocemos como vino blanco nace de las uvas blancas de la vitis vinifera. Las más comunes en México son la chardonnay, la sauvignon blanc y la chenin blanc procedentes principalmente del Valle de Guadalupe, Querétaro, Aguascalientes y San Luis Potosí. Si te gustan los vinos españoles entonces en tu vocabulario estarán cepas como la albariño –varietal inexorable de Rías Baixas– la malvasía, verdejo, txakoli –mi uva blanca favorita del momento–, la garnacha blanca, entre muchas otras. En los países fríos de Europa brillan varietales como la silvaner, la riesling o la gewürztraminer.

Lo que hace a un blanco un deleite tiene que ver con su acidez. La acidez es al vino blanco lo que la armonía a una canción, el color a una obra de arte. Para que no sobresalga, la acidez debe estar balanceada con respecto al alcohol y al dulzor del líquido.

A diferencia de un tinto, el vino blanco se cosecha cuando el nivel de grados brix (concentración de azúcares) es el ideal para el enólogo. En seguida se lleva a despalillar y estrujar. Luego se macera en frío –a unos 17 grados– y la fermentación se realiza sin piel. Generalmente se consumen jóvenes, aunque algunos otros, se dejan reposar en barricas de primero o segundo uso para no robarle protagonismo a sus aromas frutales.

El líquido resultante va del amarillo verdoso al oro viejo y toda la gama de tonalidades que cabe entre ambos. Los aromas van de los florales, frutales y herbales, hasta la bollería como mantequilla, miel y brioche. También existen aromas a roble, cedro y maderas, en caso de que haya tenido envejecimiento en barrica.

La sugerencia de uso es siempre fría. ¿Qué tanto? Depende de la calidad y añada del vino y claro, del momento del día. Es a menos de 12º C que los vinos blancos adquieren esa frescura y ligereza que tanto los distingue.

Para maridarlos acompáñalos con quesos ligeros y frescos, de poco o nada de envejecimiento, mariscos, pescados, cocina oriental, pastas ligeras, tacos, quesadillas fritas vegetarianas, y por supuesto, postres frutales, cremosos o ligeros.

Aquí te dejo algunas recomendaciones de vinos blancos que he probado últimamente y que me han sorprendido. Son un buen motivo para juntarse en la familia o con amigos para celebrar la vida.

Terras Gauda
Un vino de la región de Rías Baixas en el que encontrarás aromas a fruta de hueso como melocotón, cítricos como la mandarina y una marcada mineralidad. Te lo recomiendo para acompañar este delicioso molcajete de mariscos.

Do Ferreiro
Otro vino de la DO de Rías Baixas cuyas uvas albariño proceden de viñedos de más de diez años. Encuentra en él una mineralidad sustanciosa, aromas a manzana y herbales, así como una excelente acidez en boca. Disfrútalo junto a un pescado al horno como este que te propongo.