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De qué te pierdes si no comes quelites

Por Shadia Asencio - August 2021
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Mi abuela dejó al centro de la mesa una olla de barro alargada. Al destaparla llegó a mí una gran desilusión: en ella había un revoltijo de hilos verdes con olor a hierbas mojadas que se enredaba uno con otro. Apenas unos cubitos de cebolla le daban algo de juego visual a ese platillo al que la mamá de mi mamá refirió como quelites. “Te van a gustar. Les puse ajito”, dijo, como si aquella aseveración convenciera a una niña de diez años a atajar ese amasijo verde como a un trozo de pastel. 
A regañadientes –o para probar las tortillas aún calientitas de las señoras que trabajaban con mi abuela en su restaurante– me hice un taco. A mi boca llegaron duras notas a tierra, a las “tortitas de pasto” que mi hermano y yo hacíamos cuando jugábamos a la comidita en el parque y no había más ingredientes para los guisos que el lodo. 
Me pareció justo añadirle al taco unas gotas de limón. La experiencia mejoró drásticamente. En los quelites ahora brillaba algo que me sabía a sal y que ahora refiero como la mineralidad del suelo presente en la milpa de mis abuelos. Me gustó. Me gustó más cuando otro día mi abuela los preparó con papas y aceite de oliva. Desde entonces hasta la palabra me recuerda a ella, a los domingos en su casa de campo, al calor de su cocina cuando afuera caían las heladas. 
Hace poco tuve la oportunidad de volver a conectar con el recuerdo. Confieso que desde que mi abuela murió no he ido a esa casa en el campo, ni probado quelite alguno. Fue en el evento organizado en Arca Tierra que dos cocineros pusieron frente a otros comensales y a mí varias preparaciones elaboradas con estas hierbas. Lucio Usobiaga, director de dicho proyecto donde, además, entrega los vegetales que crecen en sus chinampas a restaurantes y particulares, y Rafael Mier, director de Fundación tortilla, nos invitaron a cortar quelites en la milpa de las chinampas de Arca Tierra en Xochimilco. 
El evento –segundo capítulo de la Milpa Viva en la Chinampa– reunió a dos cocineros quienes, además de aleccionarnos sobre quelites, nos demostraron que pueden ser piedra angular en un banquete celebratorio. Con los quelites traídos de su natal Oaxaca, Thalía Barrios, cocinera de la Levadura de olla, preparó una sopa de guías de calabaza y quelites y un cerdo con mole acompañado de verdolagas aderezado con los sabores de la leña. El veracruzano Lesterloon Sánchez preparó platillos como un chile capeado relleno de quelites cubierto por una salsa de piloncillo de balance sorprendente.
Ya entrados en la materia, Rafael Mier nos contó sobre la existencia de más de 350 tipos de quelites que se dan paso entre las milpas mexicanas. Por la diversidad de las cinco zonas geográficas distribuidas en el territorio nacional, los productos que crecen en cada región cambian, así que la regla de que en la milpa sólo calabaza, chile y frijol no está escrita en piedra.
Qué son los quelites, cuáles son sus beneficios y algunos ejemplosMás que un ingrediente, los quelites son una categoría de hierbas comestibles que encuentran salida entre los productos de la milpa. “La palabra quelite proviene del náhuatl quilitl. Esa palabra hacía referencia a los vegetales, así como nosotros hoy nos referimos a las verduras, en las que en realidad hablamos de una gran cantidad de productos”, complementa Rafael. 
Actualmente se encuentran bajo este campo semántico alimentos como el amaranto que, antes ser la materia prima de una alegría, es una planta compuesta por botones de bolitas rojas. También están los olvidados quintoniles, los deliciosos huauzontles, los pungentes rábanos, el chipilín que tanto sabor da a los tamales chiapanecos, la chaya que hace brillar la gastronomía yucateca, el pápalo que no falta en centenas de taquerías y los reyes de la Navidad y la Cuaresma, los romeritos
El sabor de cada uno es una experiencia particular; algunos aportan acidez, otros pungencia, notas cítricas o anisadas que complejizan los guisos mexicanos desde épocas precolombinas. Muestra de ello es su presencia en el Códice Florentino y siglos despúes en el Cocinero mexicano de 1831. Pero el poder nutricional de estas pequeñas y humildes hierbas rebasa su grandeza culinaria. Ese color verde característico sólo puede significar una cosa: fibra, mucha fibra. Adicionalmente poseen grandes cantidades de vitamina A y C, calcio, potasio y hierro infaltable en un sistema inmunológico fuerte. 
Sus usos medicinales son tan efectivos como ancestrales. Por ejemplo, la chaya se ha usado para curar dolores de riñones, las verdolagas para aliviar estragos digestivos, la hoja santa para los dolores de cabeza y el estómago, el pápalo para limpiar el hígado.
Hace falta devolver los quelites al discurso de los manteles cotidianos, a los manteles largos, al teruño de los locales con manteles de plástico. Los quelites son historia que crece humildemente en el campo mexicano y aporta capas de complejidad a los guisos que requieren tiempo. En cada uno hay un tremendo aporte nutricional, medicina que cura el cuerpo y el espíritu y cultura viva que penas acaricia la billetera.